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Muy pocos recuerdan aquel cayo aislado habitado por contadas personas en el siglo XIX cubano. Su área original estaba separada por un brazo de mar y cuentan que los aborígenes llegaron allí transitando por Cayo Aflige, muy cercano al lugar que todos conocerían luego como Cajimaya.

La localidad comenzó a progresar durante la primera intervención norteamericana, en virtud del impulso que le dio la explotación de las minas de manganeso. Más tarde vino la unión con tierra firme para el desarrollo de la industria minera y aunque nunca habitó en el poblado, E.G. Felton, hombre de negocios, dejó su marca en el recuerdo e hizo cambiar el nombre del sitio para siempre.

La dinámica transformación de ese espacio geográfico de Cuba, tiene hoy un eslabón novedoso que lo hace trascender en la nación y fuera de esta, más allá de la insoslayable rica historia.

Desde inicio de la década del ochenta en el pasado siglo, los habitantes observaron intensos trabajos de movimiento de tierra y vieron erguirse una verdadera mole de calderas, tuberías y alta chimenea. Surgía la Termoeléctrica Lidio Ramón Pérez, para muchos, la empresa más encumbrada terminada en los duros años del llamado periodo especial cubano.

Felton volvió a ser historia y llenó con nuevas energías al país. La estrategia de balancear la producción eléctrica desde centros ubicados en distintos puntos de la nación y garantizar el suministro para el desarrollo industrial del nordeste holguinero, fue y es prioridad del sistema electro-energético nacional SEN.

El Ingeniero mecánico Osmel Maturell Reyes, actual director de esta industria, llegó a la termoeléctrica apenas graduado y 7 meses después de sincronizar en 1996. Dejó atrás los predios natales en San Luis, Santiago de Cuba, y desde entonces abrazó el lugar donde echó raíces.

Confiesa que allí laboran poco más de setecientos obreros y “se mantiene la transferencia de experiencia de una generación a otra, lo que ayuda a preservar la empresa, que es lo más importante”

Agrega Maturell que los altos valores de voltaje, generados por la Lidio Ramón Pérez, “facilitan transmitir la energía a cualquier parte del país, por lejano que sea. Es de las más eficientes y produce volúmenes muy grandes de energía”

Iniciando el siglo XXI la fábrica de electricidad en Felton sincronizó su segunda unidad. Ahora la industria generaba 500 MW, la de mayor capacidad instalada en Cuba.

Cuando todos pensaron que las emociones habían colmado los ánimos con la arrancada de los dos generadores, el 5 de enero del 2001 volvieron las vibraciones al alma. Ese día, una representación de obreros y Rubén Campos Olmo, a la sazón director de la empresa, recibió al General de Ejército Raúl Castro Ruz.

En esa fecha y en el área donde el obrero Alfredo Méquin Oliveros había accionado el mecanismo para la sincronización al sistema electro energético nacional, quedó oficialmente inaugurada la Empresa Termoeléctrica Lidio Ramón Pérez.

Cientos de historias se mezclan en esta instalación que hoy moderniza su estructura con inversiones millonarias. La ampliación de las capacidades de generación continúa y desde el 2010 funciona en sus predios un emplazamiento de 24 motores con capacidad de 2.5 MW cada uno.

Ingenieros y técnicos administran también, desde el 2014, los 10 motores generadores de energía (18.4 MW cada uno) instalados en el municipio de Moa. Todo ello permite que hoy la termoeléctrica mayaricera tenga una capacidad instalada de 744 MW.

Involucrarse a diario entre los fuertes sonidos de las calderas y equilibrar cada parámetro, es una labor ingeniera mayor que pone en tensión las fuerzas de todos, conociendo que garantizan casi el 20 por ciento de la energía consumida por los cubanos.

Desde el 2001 los obreros de allí asumen el Perfeccionamiento Empresarial, consolidando sistemas de gestión de calidad, protección al medio Ambiente y Seguridad y Salud en el Trabajo.

Las universidades del oriente tributan parte de sus fuerzas a esta obra en constante movimiento y al decir de Osmel Maturell, “lo más importante es lograr que no se pierda el vínculo entre el que tiene la experiencia y el que llega y quiere aprender”

La historia de Felton estaría hoy incompleta sin la magna obra que representa esta industria. Desde las afueras se muestra apacible, como el humillo fino despedido en la chimenea, pero en los espacios internos de la termoeléctrica mayaricera bulle la vida y crecen pasiones continúas, siempre con más energía.